Queridos Cohermanos, al recordar la invitación que el Papa Francisco hizo a la Familia Vicenciana, con motivo de los 400 años del Carisma, para hacer una relectura hoy de la herencia dejada por San Vicente utilizando los verbos: adorar, acoger e ir, he elaborado la siguiente oración que bien puede ayudarnos en la búsqueda de dicho anhelo. (P. José Antonio González P. cm)
El próximo lunes 11 de junio, la oficina de comunicaciones de la Curia general va a comenzar a difundir la oración en pequeños segmentos para ayudarnos a hacer la oración de una forma más didáctica y progresiva. Por ahora les envío el texto completo.
Te adoramos oh Dios, Misterio que lo desborda todo en el exceso de amor con que te brindas. En ti oh Dios está la fuente de lo eterno y la plenitud de los gozos. En ti está el hálito renovador que sostiene todo ideal honesto y toda esperanza sin tiempo. En ti está la fuerza del débil y el silencio fecundo del creyente. Oh Dios, adoramos tu insondable presencia que todo lo crea, que todo lo sostiene, que todo lo vence.
Te adoramos Oh Dios porque es tu huella en nosotros la que abre nuestro interior a la alabanza y eleva nuestras manos como ofrenda. Todo don viene de ti oh Dios. Nos has amado desde siempre y somos don tuyo. Por eso adoramos tu gratuidad constante, adoramos tu amor primero que da vida a lo que no era y sentido de plenitud a todo lo creado. Oh Dios “que grandes son tus obras y que profundos tus designios”.
Te adoramos a ti, oh Dios, Uno y Trino. Eres Padre que despierta en bondad la vida; eres Hijo que salva en sacrificio de amor radical y eterno; eres Espíritu que vence los temores y renueva el corazón para el anuncio. Eres oh Dios, comunión plena que nos muestra la fuerza del amor cuando se hace ofrenda, que funda la raíz divina que acompaña toda fraternidad y toda solidaridad humana.
Te adoramos a ti Dios de misericordia, que nos amas desde las entrañas con un amor único que nos hace imagen tuya y nos invita a ser semejantes a ti. Nuestra dignidad está en ti y en la manera como nos amas; nuestro gozo está en ti y en la plenitud que das a nuestras búsquedas. En ti, “somos, nos movemos y existimos”.
Te adoramos a ti Dios de bondad porque vienes a nosotros encarnado en la historia, en el rostro de Jesús, el Cristo. Te adoramos porque en Jesús nos das la salvación, porque en Jesús eres adviento de Buena Noticia, camino de liberación. En él eres la fuerza de la verdad, la luz que orienta y da certeza. En Jesús eres el Dios y Maestro y a la vez el amigo y el peregrino.
Oh Dios que podamos acoger tu presencia inscrita en los paisajes del mundo, en la grandeza del universo y sus estrellas, en la belleza que compartes en cada rincón de lo creado, en cada suspiro de lo viviente. Que acojamos el don preciso de tu amor en la partitura armónica del canto de los ruiseñores y en el estridente y majestuoso ruido del rayo. Que acojamos tu exultante presencia en el cuadro multicolor de las flores y en el árido resplandor del desierto.
Oh Dios permite que sepamos reconocerte y acogerte como Palabra, hecha carne, que colma en plenitud todos los anhelos humanos. Palabra que leemos e interiorizamos como “lámpara para nuestros pasos, luz en nuestro sendero”. Palabra que celebramos en el Misterio eucarístico como fuente de donde dimana la fuerza de nuestra actividad y de nuestra comunión fraterna. Palabra que se hace sacramento de amor inventivo que alimenta nuestras luchas y esperanzas de hoy, lo mismo que da certeza y nutre el anhelo de una eternidad bienaventurada.
Señor que sepamos acogerte, con respeto y humildad, en el rostro y en la mirada del otro, como quien encuentra un tesoro, como quien descubre su propia raíz, su propia esencia. Que te reconozcamos oh Dios en sus luchas honestas y en sus santos ideales, en el arte que sale de sus manos y en las expresiones más nobles que vienen de su alma.
Que te acojamos a ti Señor, en el gozo y dolor de los pobres. Que “deseando continuar” tu Misión de evangelizarlos, dejemos “enternecer nuestros corazones” ante sus sufrimientos y miserias, y hagamos visibles los signos que en ellos recuerdan a la humanidad su dignidad primera. Que al acogerlos Señor te recibamos crucificado en nuestros brazos, y al servirlos con amor te veamos resucitado partiendo el pan en nuestra mesa.
Oh Dios que te podamos acoger también con alegría y sencillez en todos aquellos que comparten nuestra misma vocación y entrega. Que en el intercambio de dones y bienes que es nuestra vida fraterna, en el solidario apoyo de metas comunes y en la oración compartida en familia, sepamos acogerte como principio de comunión y de ofrenda de sí.
Ayúdanos Señor a discernir los signos de los tiempos, a saber leer con mirada de fe los acontecimientos y la vida de los hombres. Oh Dios, que nuestra vida esté en actitud de Misión para poder “salir” con generosidad a las periferias geográficas y culturales, que reclamen nuestra vocación de evangelizadores de los pobres.
Oh Dios ayúdanos a vivir en conversión continua y así “salir” también de nuestras anquilosadas certezas y de nuestras ocultas justificaciones. Renueva Señor nuestra ilusión misionera, nuestro amor primero y nuestra pasión por ti y tu Reino, de modo que revestidos del Espíritu de Jesús, podamos “abrir caminos nuevos” en nuestra manera de ser y de vivir nuestro Carisma como comunidad y como personas.
Señor que caminemos a la Misión como familia, aunando esfuerzos en el servicio, recreando ideas y contenidos con el diálogo, afirmando la esperanza y las convicciones al sostenernos unos a los otros. Que anunciemos la Vida que trae Jesús y busquemos hacer florecer la justicia y la equidad en el mundo, a partir también de nuestro testimonio de trabajo compartido y del amarnos mutuamente.
Señor que siguiendo a Jesús, el Misionero del Padre, nos impulse siempre el querer “hacer efectivo el Evangelio” en las diversas circunstancias que hoy confrontan la vida de la Iglesia y de los pobres. Danos pues oh Dios tu sabiduría para saber discernir en comunidad nuestros proyectos de servicio. Danos Señor la convicción y profetismo para dar lo mejor de nosotros y perseverar en este intento.
Amén
El próximo lunes 11 de junio, la oficina de comunicaciones de la Curia general va a comenzar a difundir la oración en pequeños segmentos para ayudarnos a hacer la oración de una forma más didáctica y progresiva. Por ahora les envío el texto completo.
ADORAR TU PRESENCIA
Te adoramos oh Dios, Misterio que lo desborda todo en el exceso de amor con que te brindas. En ti oh Dios está la fuente de lo eterno y la plenitud de los gozos. En ti está el hálito renovador que sostiene todo ideal honesto y toda esperanza sin tiempo. En ti está la fuerza del débil y el silencio fecundo del creyente. Oh Dios, adoramos tu insondable presencia que todo lo crea, que todo lo sostiene, que todo lo vence.
Te adoramos Oh Dios porque es tu huella en nosotros la que abre nuestro interior a la alabanza y eleva nuestras manos como ofrenda. Todo don viene de ti oh Dios. Nos has amado desde siempre y somos don tuyo. Por eso adoramos tu gratuidad constante, adoramos tu amor primero que da vida a lo que no era y sentido de plenitud a todo lo creado. Oh Dios “que grandes son tus obras y que profundos tus designios”.
Te adoramos a ti, oh Dios, Uno y Trino. Eres Padre que despierta en bondad la vida; eres Hijo que salva en sacrificio de amor radical y eterno; eres Espíritu que vence los temores y renueva el corazón para el anuncio. Eres oh Dios, comunión plena que nos muestra la fuerza del amor cuando se hace ofrenda, que funda la raíz divina que acompaña toda fraternidad y toda solidaridad humana.
Te adoramos a ti Dios de misericordia, que nos amas desde las entrañas con un amor único que nos hace imagen tuya y nos invita a ser semejantes a ti. Nuestra dignidad está en ti y en la manera como nos amas; nuestro gozo está en ti y en la plenitud que das a nuestras búsquedas. En ti, “somos, nos movemos y existimos”.
Te adoramos a ti Dios de bondad porque vienes a nosotros encarnado en la historia, en el rostro de Jesús, el Cristo. Te adoramos porque en Jesús nos das la salvación, porque en Jesús eres adviento de Buena Noticia, camino de liberación. En él eres la fuerza de la verdad, la luz que orienta y da certeza. En Jesús eres el Dios y Maestro y a la vez el amigo y el peregrino.
ACOGER TUS ROSTROS
Oh Dios que podamos acoger tu presencia inscrita en los paisajes del mundo, en la grandeza del universo y sus estrellas, en la belleza que compartes en cada rincón de lo creado, en cada suspiro de lo viviente. Que acojamos el don preciso de tu amor en la partitura armónica del canto de los ruiseñores y en el estridente y majestuoso ruido del rayo. Que acojamos tu exultante presencia en el cuadro multicolor de las flores y en el árido resplandor del desierto.
Oh Dios permite que sepamos reconocerte y acogerte como Palabra, hecha carne, que colma en plenitud todos los anhelos humanos. Palabra que leemos e interiorizamos como “lámpara para nuestros pasos, luz en nuestro sendero”. Palabra que celebramos en el Misterio eucarístico como fuente de donde dimana la fuerza de nuestra actividad y de nuestra comunión fraterna. Palabra que se hace sacramento de amor inventivo que alimenta nuestras luchas y esperanzas de hoy, lo mismo que da certeza y nutre el anhelo de una eternidad bienaventurada.
Señor que sepamos acogerte, con respeto y humildad, en el rostro y en la mirada del otro, como quien encuentra un tesoro, como quien descubre su propia raíz, su propia esencia. Que te reconozcamos oh Dios en sus luchas honestas y en sus santos ideales, en el arte que sale de sus manos y en las expresiones más nobles que vienen de su alma.
Que te acojamos a ti Señor, en el gozo y dolor de los pobres. Que “deseando continuar” tu Misión de evangelizarlos, dejemos “enternecer nuestros corazones” ante sus sufrimientos y miserias, y hagamos visibles los signos que en ellos recuerdan a la humanidad su dignidad primera. Que al acogerlos Señor te recibamos crucificado en nuestros brazos, y al servirlos con amor te veamos resucitado partiendo el pan en nuestra mesa.
Oh Dios que te podamos acoger también con alegría y sencillez en todos aquellos que comparten nuestra misma vocación y entrega. Que en el intercambio de dones y bienes que es nuestra vida fraterna, en el solidario apoyo de metas comunes y en la oración compartida en familia, sepamos acogerte como principio de comunión y de ofrenda de sí.
IR A DONDE NOS ENVÍES
Oh Dios, animados por tu invitación de anunciar a todos tu buena noticia, permítenos ir con decisión y sencillez a donde tu voz nos llame, no importando el lugar o las circunstancias, ni buscando compensaciones o reconocimientos, sino solo impulsados por el celo de la caridad y la alegría del evangelio.Ayúdanos Señor a discernir los signos de los tiempos, a saber leer con mirada de fe los acontecimientos y la vida de los hombres. Oh Dios, que nuestra vida esté en actitud de Misión para poder “salir” con generosidad a las periferias geográficas y culturales, que reclamen nuestra vocación de evangelizadores de los pobres.
Oh Dios ayúdanos a vivir en conversión continua y así “salir” también de nuestras anquilosadas certezas y de nuestras ocultas justificaciones. Renueva Señor nuestra ilusión misionera, nuestro amor primero y nuestra pasión por ti y tu Reino, de modo que revestidos del Espíritu de Jesús, podamos “abrir caminos nuevos” en nuestra manera de ser y de vivir nuestro Carisma como comunidad y como personas.
Señor que caminemos a la Misión como familia, aunando esfuerzos en el servicio, recreando ideas y contenidos con el diálogo, afirmando la esperanza y las convicciones al sostenernos unos a los otros. Que anunciemos la Vida que trae Jesús y busquemos hacer florecer la justicia y la equidad en el mundo, a partir también de nuestro testimonio de trabajo compartido y del amarnos mutuamente.
Señor que siguiendo a Jesús, el Misionero del Padre, nos impulse siempre el querer “hacer efectivo el Evangelio” en las diversas circunstancias que hoy confrontan la vida de la Iglesia y de los pobres. Danos pues oh Dios tu sabiduría para saber discernir en comunidad nuestros proyectos de servicio. Danos Señor la convicción y profetismo para dar lo mejor de nosotros y perseverar en este intento.
Amén
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