ES HORA DE VOLVER A DIOS
"Reflexión espiritual para la semana Santa, a la luz de la Parábola del Hijo Prodigo"
"Reflexión espiritual para la semana Santa, a la luz de la Parábola del Hijo Prodigo"
Por Andrés Felipe Rojas Saavedra, Seminarista Vicentino.
En este año santo de la
Misericordia, no cabe duda que casi todos remitimos la imagen del Padre
Misericordioso que se encuentra en la parábola del hijo prodigo, esta magistral
enseñanza Cristiana que encontramos en el evangelio de San Lucas en el capítulo
15, donde está el compendio más bello de la misericordia de Dios, ha dado de
que hablar por muchos siglos, en este corto artículo que he titulado “es hora
de volver a Dios”, quiero hacer hincapié en la necesidad libre y consiente que
tuvo el hijo menor en volver a la casa de su Padre, donde hasta los jornaleros tenía
que comer en abundancia (cfr. Lc. 15, 17). La Iglesia necesita un nuevo retorno
a la casa del Padre, ya estamos cansada de verla vivir en medio de los cerdos. Lo
más triste es que muchos no somos conscientes de la necesidad de ese regreso,
por eso aventurémonos a descubrir cuál fue la verdadera motivación que tuvo el
hijo para volver a renacer en el Padre que lo engendro.
Y le pidió la parte de su
herencia al Padre.
Es muy poco común encontrar en
nuestra realidad, hijos que en vida les pidan a sus padres la parte de su
herencia, y en nuestra realidad muchos hijos ya han partido de la casa de sus
padres para formar vida aparte, la sagrada escritura nos dirá que el hombre
dejará la casa de sus padres y se irá a formar con su mujer una nueva morada
(cfr. Gen. 2, 24). ¿Cuál fue entonces el pecado que cometió el hijo prodigo?
La respuesta es sencilla, saco al
padre de su corazón, podemos decir que lo “mato” de sí mismo, para quedarse con
la herencia, salió de su casa, la casa significa el lugar de encuentro con
Dios, es decir que elimino a su padre de sus sentimientos, y con la herencia
creyó sentirse autosuficiente y decidió partir. ¿Cuantos de nosotros hemos
pensado que los problemas de nuestras vidas se solucionan por nuestras propias
fuerzas y hemos sufrido las difíciles consecuencias de nuestros propios actos?
El hijo prodigo sufrió las consecuencias de haberse creído autosuficiente y de
haber salido de su encuentro intimo con el Padre.
¿Cuál fue la herencia que el
Padre le entrego a su hijo?, fue la libertad, regalo que nos dio desde la
creación del mundo. Esa libertad que lo llevo a buscar el pecado, un pecado que
desgasta y no sacia, un pecado que nos hace creer que hemos perdido la
filiación, la dignidad y la gracia. Dios no nos quiere infelices en su morada,
ni quiere que estemos obligados a estar en su encuentro, más adelantes
conectaremos esta idea en relación al hijo mayor, la casa de Dios está sin
puertas, pero también está en todo lo que vemos y conocemos, cualquier lugar de
encuentro es la casa de Dios. Eso nos permite entender que el hijo no se marchó
de un lugar físico, sino que abandono un estadio espiritual. ¿Cuál es tu lugar
de encuentro con Dios?
Y cuando gasto todo, empezó a
sentir necesidad:
Obviamente todo en este mundo
pasajero y superfluo cansa, lo que gasto el hijo prodigo no fue el dinero, fue
su vida, él pudo darse cuenta que estaba invirtiendo mal, que estaba llenando
el corazón, que le había quedado desocupado porque de él había sacado a su
Padre, con toda clase de pasiones, de vanidades, etc. Pero todos tenemos
derecho a conocer el mundo, porque en eso consiste la libertad, además “a quien
mucho se le perdona, mucho ama” (Lc. 7, 47), el pecador no es un
extraterrestre, el pecador no es un marginado ni un impuro, el pecador somos tu
y yo. Porque la casa del Padre ¡que no tiene puertas!, nos hace pensar muchas
veces estar dentro de ella, pero en realidad muy lejos del corazón del Padre.
¡Sintió hambre!
La primera razón por la que el
hijo pródigo pensó en volver a donde su Padre, fue por qué sintió hambre, no
había que comer en esa región, porque estaba siendo azotada por una carestía
(cfr. Lc. 15, 14b). El hambre es una necesidad primaria del hombre, sin comida
es imposible tener fuerzas, pensar bien, o estar simplemente felices, el hambre
nos pone frente al dilema de la injusticia, nos hace mendigar y hasta comer
cualquier cosa, inclusive alimentos corruptos. Cuando hay pobreza y hambre
nunca hay saciedad. ¿Será esta el hambre que tenía el hijo prodigo? Por
supuesto que no, el sintió un hambre espiritual, un hambre que lo hizo buscar a
cualquier costa un bienestar que lo saciara, tal era su afán de buscar lo que
lo llenaba, que termino llegando al lugar de las porquerizas. ¿Cuál puede ser
ese lugar donde buscamos equivocadamente saciar nuestra hambre?
En medio de su angustia, pensó
para sus adentros, “es hora de volver”, ya había caído demasiado, ya no tenía
más razón para estar en ese lugar que lo apartaba de su encuentro con el Padre,
así que se incorporó, se puso en pie, es decir tomo una determinación, y
después de haberla meditado y haber pensado en pedir perdón se puso en marcha,
en un camino que duraría tal vez mucho tiempo.
Me pondré en camino:
La conversión no es un hecho
inmediato, ni va acompañado de manifestaciones místicas, la conversión es un camino
largo, angustioso, pero con la esperanza plena de volver a ver al Padre, ese
Padre que habíamos dejado cuando por nuestras propias fuerzas decidimos iniciar
un camino que nos apartaba de él, ahora el Hijo prodigo comenzaba su regreso,
el volvería a pasar por cada uno de los lugares donde sus “amigos” lo vieron “bien”,
y estoy seguro que muchos de ellos al ver que el hijo había determinado volver
a su Padre, le seguían mostrando lo que se perdía al irse, que en ese camino de
retorno, muchos se burlaron de él, algunos le habrían dicho que ya era en vano
volver, que su Padre no lo estaría esperando, que le iba a recriminar, que el
camino iba a estar más pesado, etc. Pero ese hijo que había tomado una
determinación en su corazón no le importo esos comentarios, al contrario camino
más rápido, porque tal era su afán de encontrarse con su Papá, que nada ni
nadie se lo impedía. ¿Qué dificultades hemos encontrado a la hora de querer
volver a Dios?
De seguro hubo tropiezos,
cansancio, fatiga y hasta de pronto creyó que el llegar hasta allá era una meta
casi imposible, pero recordaba frecuentemente que si fue capaz de salir de la
casa de su Padre, tendría la fuerza para volver. Cuando le eran familiar los
caminos, recordó cómo eran esas sendas cuando iba de la mano de su Padre cuando
aún era un niño, y de seguro recordaba como su Padre le decía constantemente
“tú eres mi hijo” (Sal. 2, 7), él de necio lo llamaba Papá sin darse cuenta de
su grandeza, pero aun así confiaba y decía “tú eres mi Padre y mi protector” (Sal
89, 27) lo motivaba saber que el Padre volvería a cargarlo como a un niño, “lo
cargara como al rebaño y lo acogerá” (cfr. Sal. 27, 10).
El paso importante es recordar,
un proceso que nos lleva a adentrarnos en nosotros mismos, mirar nuestro
pasado, contemplar nuestro presente y escoger el futuro que deseamos.
El pecado muchas veces nos hace
creer que no somos hijos de Dios y que hemos perdido la gracia, cuando llevamos
tiempo en el pecado, empezamos a olvidar como eran esos días alegres al lado
del Padre, por eso lo primero que hizo el hijo fue recordar los momentos
pasados al lado de su papá. Y llego el día, había superado muchas pruebas,
innumerables, le faltaba una más, ser capaz de dejarse abrazar y perdonar por
el Padre.
Lo vio de lejos:
Debemos destacar el entusiasmo,
eso reitera una vez más que Dios es quien sale al encuentro del hombre, llega
al corazón, tiene la iniciativa de restaurarlo, el hijo menor sólo quería que
lo tratase como un trabajador más, el Padre lo perdona lo abraza y lo acoge, le
devuelve su dignidad, sentirnos abrazados por Dios no es un evento místico e
imaginario, es ante todo un estado de paz y de tranquilidad que nos devuelve la
seguridad de que somos hijos de Dios, nos
vuelve a poner en el encuentro con Dios, con la capacidad ante todo de ser
sensibles frente al hermano que está en la misma situación que estuve yo.
El encuentro de Dios siempre va a
generar alegría, una alegría que contagia, una alegría que es celebración
sacramental (Eucaristía). El mundo nos ofrece satisfacción (pasajera,
superflua, etc), por supuesto, pero Dios nos ofrece paz y alegría, sensación
positiva del deber cumplido.
Las tres evidencias del perdón de
Dios. 1. Nos recuerda su alianza (Ex 34,10) 2. Reconocemos nuestra dignidad y
naturaleza “divina” (semejanza con Dios) (Sal. 8, Isaías 61, 10) y 3. La
libertad, que sobre pasa todo estado físico (Jn. 8, 31-38)
¡Ese hijo tuyo!
Cuando creemos estar con Dios,
porque cumplimos sus preceptos y guardamos sus normas, podemos caer en el
fariseísmo, actitud que critico Jesucristo y por la cual el evangelio de Lucas
presenta esta parábola. Debemos tener en cuenta los siguientes aspectos:
Ante todo, una nueva visión de
Dios, diferente al del A.T. La sentencia, es decir el juicio ya no lo realiza
el Padre, quien es en ultimas el que debe hacerlo, sino que el hijo mayor se
cree juez. En relación al antiguo testamento Dios es el juez y paralelamente el
juego de palabras que encontramos en el dialogo Padre- Hijo mayor (ese hijo
tuyo- ese hermano tuyo) se encuentra similar en Éxodo 32, 7-14, a saber Dios-
Moisés (ese pueblo tuyo, que tu rescataste- tu pueblo, que tú sacaste) la
misericordia de Dios fue movida por Moisés. Pero para el cristiano, Dios se
mueve lleno de misericordia hacia el hombre por pura iniciativa, porque Cristo
nos ha reconciliado para siempre (2Co. 5, 19)
Creernos los mayores en la fe
tiene sus riesgos, vamos a mencionar seis.
·
El primero creer que todo lo sabemos y nada en
las cosas de Dios nos resulta interesante. La autosuficiencia intelectual, nos
lleva a creer que tenemos la razón en lo que decimos. (Mt 13, 55; Mt 23, 8 “se
hacen llamar maestro”)
·
Lo segundo creernos santificados, dejar aún lado
la súplica de perdón, porque creemos que nuestras faltas no son nada en
comparación de los demás, “señor no soy como los otros” (Lc 18, 9-14)
·
Tercero, justificados, dar explicación a
nuestros actos perversos viendo como bueno lo que ante los ojos de Dios no está
bien. Relativismo del pecado (Lc 16, 15)
·
Cuarto doble moral, pensar que un pecado es más
grave cuando lo comete el otro, que cuando lo cometo yo. (Mateo 23:33–39, Mateo
23:29–32, Mateo 6:1–18; 23:25–28, Mateo 9:10–13)
·
Quinto creernos jueces, precisamente es la
actitud central del hijo mayor. Que nos hace creernos padres, lo que nos lleva
a desconocer a nuestro hermano.
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