Hoy más que nunca se piensa
que Colombia así como ocupó el primer lugar en exportación de café, lo hace en
otros espacios y no solo en lo que de productividad se trata, este país está
entre los primeros puestos en narcotráfico, delincuencia, corrupción,
desplazados internos, y no se queda atrás en la violación de los derechos
humanos.
Los colores que marcan los
niveles de injusticia en Colombia han llegado al extremo negro, por un lado el
tinte social y el panorama político jamás han marcado para bien y la
credibilidad de los ciudadanos ha caído, de tal modo que hoy la mayoría de los
colombianos viven del rebusque y buscan de todas las maneras ser ellos también
injustos.
El conflicto interno en
Colombia es una de las arterias taponadas que ha ido deteriorando el corazón de
la democracia, hasta el punto de producirle infartos de violencia a lo largo de
la historia, todas las salidas se han abierto y se han caminado hacia ellas sin
lograr ningún resultado para los frenéticos
resultados del conflicto armado.
Los fracasados intentos de
golpes de estado y la toma de poder territorial
por parte de los subversivos han dejado a su paso miles de individuos
violentados, asesinados, secuestrados y despojados de sus tierras, condenados a
vivir en el exilio. La situación en el país se vuelve tensionante cuando los
brazos cruzados del gobierno le entregaron en el pasado a estos grupos
centenares de oportunidades y el legado de Pastrana como presidente fue “la
silla vacía” en la que se cerraban de una vez y para siempre las posibilidades
del dialogo con la cabeza visible de las Farc, Manuel Marulanda; la artillería
democrática en busca de estabilizar el país se centraría en “la mano firme y corazón
grande” de la fuerza política que daría los mayores goples militares a los
grupos guerrilleros a costa de algunos “encierros políticos” y maquinaria
maquillada de la opinión pública; la actualidad política nos presenta una cara
confusa entre el dialogo y el prestigio alcanzado en el gobierno Uribe de
control social.
La Fuerza Armada Colombiana
alcanza furor y “gloria”, de tal modo que se habla de un ejército poderoso y
establemente económico, a diario las noticas muestran la cara agradable de los
hombres heroicos que entregan sus vidas a causa de la seguridad de los colombianos,
eso es en una pequeña parte cierto para los “rasos” que combaten a diario en
las montañas colombianas, la propaganda para reclutar es tan convincente que se
nos olvida por un momento la otra cara no tan agradable.
Los delitos de lesa humanidad
que van en contra de los Derechos Humanos y de todo principio natural, lo
cometen tres agentes principales, por un lado el mal denominado “ejercito del
pueblo” y todos los grupos al margen de la ley que pasan por encima de todo
principio ético y moral del que se puede hablar; por otro lado los militares,
los falsos positivos, la extorción y el abuso del poder, tan solo por citar
estos tan mencionados; y por último y no menos violento el poder político, que
se hace el de la oreja gacha frente a ciertos delitos, llevando a la no
reparación de las víctimas y la impunidad, la corrupción y los desniveles de
justicia que llevan a la pobreza extrema.
Este último, la política,
juega un papel importante, en primer lugar por ser legislador de normas y
presentarse como autoridad moral frente a los demás ciudadanos, y en segundo
lugar porque ellos en últimas son los garantes del cumplimiento de los Derechos
Humanos. ¿Cómo se viola un derecho? Cuando no se dan las herramientas posibles
para alcanzarlo o cuando no se agotan todas las oportunidades para hacerlo
accesible; el colombiano promedio a duras penas conoce los tres primeros
Derechos, ya que la educación pública en algunos lugares no es lo suficiente
fuerte para garantizar un desempeño académico sobresaliente. La carta magna
promulgada por la ONU, en algunos rincones de la tierra criolla, se ha ignorado
en tal manera que se pasa por encima del Hombre como si fuese un animal sin
ningún tipo de dignidad.
Todas las víctimas, todos
los colombianos que han quedado en el medio del conflicto, han quedado silenciados por la mano de la
impunidad, dormidos por el brazo mediático del gobierno y por encima de todo
han quedado cubiertos por el manto de la ignorancia y la ignominia. Derechos
Humanos es una operación a corazón abierto que necesita muy urgente nuestra
patria, si no quiere morir de un infarto de injusticia.
POR
ANDRÉS FELIPE ROJAS SAAVEDRA
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