SER PROFETA Y MÁRTIR EN NUESTRO TIEMPO.
Por: Andrés Felipe Rojas Saavedra.
INTRODUCCIÓN.
Derramamos a
diario nuestra sangre, ella se vierte en una sociedad que sirve de escenario
para matar a Dios, aquel que se esconde en los templos en medio de las ciudades
contaminadas por la violencia y la lujuria. Pues bien no es nada raro que
aquellos que sirven de corazón al Señor se conviertan en nuevos mártires y
profetas que caminan siendo abofeteados por el mundo que no soportan ver
aquellos que han optado por salirse de él.
Nuestras Iglesias ahora están confundidas entre el vicio y el vulgar comercio callejero, en las
grandes ciudades vemos como nuestros templos son la sombra de vendedores
ambulantes sin escrúpulos, se me viene a la mente la ciudad de Medellín en
Colombia, donde se encuentra en el centro una antigua Iglesia consagrada a la
Virgen de la Candelaria a sus alrededores vemos vendedores de pornografía, perfumería, santería, en fin un vulgar comercio la rodea. Y qué
decir de la Iglesia de la Veracruz a escasos metros de ésta, ubicada en una
zona rodeada de expendios alucinógenos, de bares, discotecas y prostíbulos.
Resulta recomendable escuchar la voz del Papa Francisco cuando nos recomienda
salir de nosotros mismo y tener una Iglesia en la calle, pues bien, no es
preciso buscar siempre las periferias, sino asomarnos a las ventanas y
vislumbrar las realidades de pobreza que invaden nuestro entorno. ¿Qué hacer?
La mendicidad, la delincuencia, la prostitución, la lujuria, la drogadicción,
no se solucionan con pañitos de agua fría, ni con limosnas, ni con un mercado
semanal, el problema radica en que no nos hemos convertido en verdaderos profetas
y mártires. ¿Acaso Jesús no era reconocido por sentarse a la mesa con
prostitutas y publicanos? ¿Acaso no necesitan ellos más médico que los que
están sanos?
EL DESAFIO DEL DESPRENDIMIENTO:
Morir a diario,
morir a nosotros mismo, abandonarnos en la divina providencia, arriesgarnos a
pesar de los quebrantos emocionales a los que nos enfrentamos todos los
misioneros o los laicos consagrados, ese dolor que causa no ser escuchados o
ser criticados y atacados por nuestras creencias, ese dolor está presente
porque no nos hemos dejado moldear desde las bases sólidas de la humildad. “El
que se humilla será enaltecido” (Lc. 14, 11), ser mártir implica no solo
derramar la sangre en un vástago donde surgirán nuevos cristianos, ser mártir
es morir a nosotros mismo para que exista con nuestro testimonio más mártires
que se arriesguen a defender su fe con la dureza de su testimonio vivo, pero
sobre todo comprometido a la salvación de las almas.
La realidad del
pecado es cada vez más lapsa; dentro de las comunidades religiosas en especial
las masculinas, el ambiente no es igual al de años atrás y con gran preocupación
podemos decir que se vive un relajamiento, pero no académico, que es lo que
muchas veces preocupa a los formadores, sino espiritual, estamos hartándonos de
Dios, y nuestros claustros sirven de morada para una doble moral y un lugar
donde se encubre la verdad
Nos parece
extenso nuestro lugar de apostolado, nos parece inalcanzable las almas que en
las tierras infértiles del Evangelio habitan, nos produce un temor acercarnos
al que clama, y los prejuicios sociales nos impiden ver con buenos ojos a los
jóvenes que a diario mueren buscando defender un ideal, que sólo han conocido a
voces del mal, muchos jóvenes prefieren entregar su cuerpo y su alma a un
equipo de futbol, a un grupo musical que pertenecer a un grupo pastoral, por
muchas razones, porque nos hemos vuelto moralistas, jueces, pero sobre todo
fariseos, ponemos cargas pesadas a los demás que ni nosotros mismo ayudamos a
llevar, hoy la crisis es de testimonio, falta más convergencia entre lo que se
dice y lo que se hace, ser profetas implica hablar al corazón sin importar las
puertas que hay que tocar para acceder a él, hablar desde el lenguaje universal
del amor y la comprensión, desde allí, desde el lenguaje ecuménico que abriga a
todos los seres humanos es posible acceder y transformar la vida.
FRENTE
AL DESANIMO DEL SEMBRADOR:
Hoy el sembrador
se ha cansado de abonar la tierra, se tira la semilla de cualquier forma,
aunque la semilla, es decir el mensaje es el mismo, la forma de arrojarla, es
decir, las herramientas pastorales son inadecuadas y anticuadas; el terreno
pedregoso al que nos enfrentamos a diario resulta cada vez más difícil de
labrar y la tierra fértil parece secarse con la impiedad y la
descristianización en muchas regiones.
Muchos
sacerdotes han caído en el sin sabor de su ministerio, algunos han decidido
abandonarlo, como se abandona el arado al ponerse en su punto el sol, cuando
más lo necesitan abandona el pastor a sus ovejas para entregarlas al lobo;
otros no lo han abandonado, pero se han quedado allí a recoger su paga como
cualquier asalariado, han guardado la dracma esperando que llegue el dueño para
decirle: “he tenido miedo, me he cansado, y aquella dracma que me has dado la
he guardado en lugar seguro, tenla aquí está la que me has dado te la devuelvo”
(Mt 25, 24). A juntos el Señor les dirá siervos inútiles, porque Él pide de
nosotros una entrega generosa, una cruz cargada para soportar a diario, mirar
hacia atrás nos convierte en indignos ante el Salvador, devolvernos a enterrar
a los muertos, nos convierte en un muerto más, a los sacerdotes el Señor les ha
dado más y por supuesto les exigirá más, al que tiene se le dará al que no se
le quitara hasta lo que tiene; pero no desalentéis dice el Señor, “recuerden
que si el mundo los odia, a mí me ha odiado primero” (Jn. 15, 18), eso es ser
mártir, el que quiera ganar su vida la perderá, pero el que la pierda por mí,
la ganara.(Mt. 16, 25).
MÁRTIR Y PROFETA, UN DESAFÍO CADA VEZ MÁS MODERNO:
En el lenguaje
del Divino salvador, hay que morir para nacer de nuevo, es necesario renacer a
las posibilidades que el mundo de hoy ofrece, no caer en el pesimismo de la
vida comunitaria, ni al relajamiento de la vida consagrada, es necesario
“volver al amor primero” como lo dice el apóstol; es necesario que seamos
hombres y mujeres injertados en el mundo, no plantas aéreas que no tienen
raíces, es decir no podemos ser seres artificiales despejados de esta realidad,
debemos ser retoños, sarmientos adheridos, hechos uno en la vid verdadera,
Jesucristo; quien se desprende de Él o cree tener las fuerzas suficientes para
hablar de sí mismo en vez del Evangelio, tiende a perderle sabor a su vocación,
pierde la fe, racionaliza toda la palabra y a Cristo lo ve como un hombre
cualquiera, citándolo sólo para fundamentar su tesis de amor propio y egoísta.
Repetir a
diario: “Señor dame la gallardía para ser profeta y otórgarme la gracia de morir
a diario para ser un verdadero mártir”
LA
GALLARDÍA EN LA PROFECÍA:
Gallardía,
porque nos da miedo anunciar a Cristo, nos da miedo gritar en las plazas que la
hora se acerca y que es necesario preparar los corazones, la hora se acerca
porque Dios viene todos los días a nuestro encuentro, porque es necesario estar
despiertos y velando porque no sabremos ni el día ni la hora en que se nos
llamará a pedir cuentas, gallardía porque es necesario comprender mejor los
signos de los tiempos, para hablar desde esa realidad emergente al ser humano y
dar respuestas prácticas y no desenfocadas. En el mundial de futbol 2014,
muchos lloraban cuando su selección perdía, muchos salían a gritar a las plazas
aullando de felicidad por que su equipo había avanzado hacia la copa, muchos
desmanes sucedían en las calles, muchos jóvenes no les importaba morir en ese
instante porque su corazón se regocijaba en un grupo de jóvenes que triunfaban,
no ha título propio, sino por cada ciudadano de su patria; cómo nos hace falta
cristianos de estadio, como nos hace falta hinchas de Jesucristo, como nos hace
falta salir a gritar a las plazas que Cristo está vivo y que hoy corremos por una
copa que es la vida eterna, un cristiano que “haga lio” como nos lo hacía saber
el Papa Francisco, no es un lio de conflicto y de violencia, es un salirnos de
nosotros mismo y con Jesús, hacer nuevas todas las cosas, cambiar paradigmas,
cambiar estructuras que esclavizan al ser humano, hoy más que nunca el
Evangelio sigue actualizándose en nuestra cotidianidad, no mostremos un Jesús
ensotanado, anticuado, molesto o castigador, es un Jesús actual, que nos habla,
no en latín, sino en nuestra lengua, que nos muestra su misericordia y su amor,
que nos hace clamar a Dios, no con un nombre superfluo o inalcanzable, nos hace
llamarlo Abba, es decir mi Padre, Dios no es cómo tu padre o mi padre, él es
Nuestro Padre.
Jesús sale a
nuestro encuentro mediante los sacramentos, no como unos meros requisitos
burocráticos, ni mucho menos una colección de obras pías para alcanzar el
cielo, en el encuentro pleno con Dios no nos pedirán los documentos en regla
para entrar a su presencia, no se nos pedirá como requisito un pasaporte
sacramental firmado por el obispo o por el sacerdote. No mostremos los
sacramentos como un requisito, no seamos escueleros a la hora de trasmitir el
conocimiento de Dios, que sólo se logra desde el amor y la propia experiencia,
que los sacramentos se conviertan en un oasis de gracia, a donde sólo se puede
llegar cuando verdaderamente se ha tenido una experiencia de Jesús, cuando se
haya tenido una experiencia Mosaica, de salir de donde nos esclavizan, de tener
nuestro paso por el desierto, de caminar hacia la casa de nuestro Padre, donde
nos espera con los brazos abiertos, de reconocer a Dios por el paso en nuestras
vidas.
Desde allí desde
lo propio, desde una adecuada formación laical nos convertimos en verdaderos
profetas, en verdaderos educadores del pueblo de Dios, pero si nos contentamos
con los valores cuantitativos y con el deseo de aumentar en número las partidas
que reposan olvidadas en el despacho parroquial, quedarán vacías las bancas que
ocupan los fieles que buscan en los templos el calor de familia que sólo desde
la Eucaristía se hace plenitud, al partir el pan reconocemos que somos un solo
cuerpo compuesto de muchos trigos triturados por el mismo Molino.
MORIR
A DIARIO:
Morir a diario
implica tener una vocación de desprendimiento, de pobreza, un amor a la cruz,
como la tuvo Jesucristo, que no tenía siquiera donde reclinar la cabeza, pero
que su ardoroso amor por la humanidad lo llevo a la entrega sublime en el
Gólgota, donde su cuerpo inerte reposó completamente, alzado como la serpiente
en el desierto, de modo que todo aquel que lo observe quedará curado (salvado).
El misionero de
hoy le huye a la mortificación, prefiere las comodidades de este pasajero
mundo, moverse al ritmo del modernismo y el consumismo, hoy le huimos a la
crítica, salimos corriendo frente a cualquier acto de rechazo a la Iglesia y
salimos a refugiarnos en los brazos de nuestros grupos apostólicos,
lamentándonos de aquellos que no han optado por seguir a Cristo.
El clérigo contaminado
por la soberbia, busca que los mártires sean la comunidad, son ellos los que
deben acomodarse al misionero y no el misionero a ellos, son mártires los
fieles que han de soportar a un sacerdote con complejos de superioridad, con
delirios de grandeza o con atributos divinos, que busca las mejores comodidades
en su parroquia o en la misión; hoy debemos decirle al pastor, que se encuentra
trepado en los arboles “Baja Nicodemo que hoy tengo que cenar en tu casa”(Lc.
19, 1-10), bájate de las comodidades y de los prejuicios que nos condenan a
vivir aislados de la grey, bájate de sentirte Dios, y cena con el pueblo, bebe
el trago amargo que toman a diario los que sufren, aliméntate con el pan fruto
del sudor de los pobres, de aquellos que hoy se encuentran en las periferias.
FRENTE
A LA COMODIDAD Y AL DESEO DE TENER:
El sacerdote del
presente es como la vocación de Abraham, ha dejado todo, su familia, su casa,
su pueblo y se ha ido al lugar donde Dios lo ha llamado, es decir a la vocación
específica, pero Jesús ha pasado a revisar cuentas, ha pasado a visitar al
sacerdote de uno, dos, tres años de ordenado y lo ha encontrado acomodado en la
parroquia, en la casa cural, lo ha visto subir el vidrio polarizado de su
automóvil, lo ha encontrado en el restaurante de moda, lo ha encontrado
esquilando las ovejas, es decir lucrándose de ellas; y lo ha llamado como al
Joven rico del evangelio, Jesús nos vuelve a decir, nos está diciendo ahora
mismo: “anda y vende todo lo que tienes, ¡dáselo a los pobres! (Mc 10, 21) Y ya
libre ven conmigo, vamos a buscar la oveja perdida” (Mt. 18, 10-14), pero hoy
le seguimos contestando con el mudo silencio que desenamoro a Jesús, hoy los
sacerdotes siguen sintiéndose triste porque tienen mucho y no lo pueden seguir,
así que quedan con la mirada fascinada en el mundo, se van triste, porque la
vocación de un sacerdote o de un religioso que sólo busca su bien propio es
infeliz, es monótona.
Una vida sin
ascetismo, sin virtudes, es una vida común a la de los hombres de este mundo,
hoy necesitamos gritar a los sacerdotes las palabras de Jesús: “están en el
mundo pero no pertenecen a él” (Jn. 15, 18-21), nosotros somos de este mundo
quiere decir que tenemos los pies fijos en esta realidad, pero no pertenecemos,
es decir, tenemos la mirada “fija en Jesús autor de nuestra salvación” (Hb. 12,
2).
Muchos problemas
surgen desde los seminarios, muchos problemas se presentan en la etapa inicial
de formación, es común que en un seminario o casa de formación existan problemas
económicos, los curas y las monjas no viven de lo que les cae del cielo, muchos
conventos por la escasez de vocaciones o por la falta de ingresos económicos,
se han convertido en hoteles, fincas recreativas, casas de retiros, en fin, en
establecimientos lucrativos, eso no está mal, el peligro es cuando nuestros
seminarios se convierten en eso, cuando los seminaristas son monetizados,
cuando los sacerdotes ven en los jóvenes aspirantes a las órdenes, no una
vocación sino un gasto. En comida se gasta esto o aquello, en estudios son
tanto y otro poco, en vestuario es un poco más, en definitiva cada seminarista
nos sale por tanto; esto en el caso de las comunidades religiosas que tienen
que solventar los gastos de sus miembros, en el caso de las diócesis cada
obispo tendrá su propia forma de sostener su seminario.
Es necesario
tomar conciencia de que todo en la vida tiene una valor económico, sí, claro que sí; pero no tenemos
el derecho de crear en los futuros sacerdotes la mentalidad del consumismo y del mercadeo, de
que se debe buscar cualquier forma de obtener ingresos, “no andéis preocupados por
el vestido mirad el los lirios del campo… ni Salomón en toda su magnificencia
pudo vestirse así” (Mt. 6, 27-29) La mentalidad económica ha entrado
brutalmente a nuestros templos, los mercados persas han invadido nuestro lugar
de culto, entramos a una Iglesia y encontramos: la urna para el mantenimiento
de santa Escolástica, deposite su ofrenda aquí para los pobres, deposite su
ofrenda aquí para la pastoral social, “ayúdenos a ayudar” aporte para la fundación
tal, la ofrenda diaria, la venta de velones, la venta de medallas, el aporte
para el mantenimiento del techo, del piso, de las sillas, el aporte para la
cena pascual del párroco, el parqueadero, las velitas que prenden con una
moneda; y podremos pensar en este mismo instante, cuantas otras cosas más
tenemos en nuestros templos que hemos disfrazado de culto o de devoción cuando
realmente son alcancías.
Pedir no está
mal, nuestro divino Maestro, nunca desmonto el diezmo, ni tampoco negó “que
todo trabajador merece su salario” (1Tim. 5, 18), pero los tiempos han cambiado
a nuestro Señor, no le toco pagar los impuestos del carro, porque se
transportaba a pie, no le toco mandar a quitar las goteras del templo, porque
no tenía donde reclinar la cabeza (Mt.
8, 20), tanto así que el primer templo cristiano fue una casa alquilada, que
sirvió de morada para aquella noche nefasta en que nuestro Salvador sudo sangre
de espanto. Empero nos hemos creado necesidades propias del mundo, tenemos que
pagar la cuota del celular personal, la parabólica más costosa, comprar la ropa
de marca, en fin cada uno piense cuantas cosas se adquieren y que son
innecesarias.
Esto nos
oscurece como mártires, nos cierra la boca para ser profetas, ya no somos como
dice san Pablo, los últimos, los despreciados, los que pasamos hambre o sed,
los que nos fatigamos, los perseguidos, los calumniados (1 Cor. 4, 10); ahora
muchos son los príncipes, los primeros, los que persiguen, los que humillan,
los que quebranta la dignidad del prójimo, ahora son los sacerdotes de hoy
aquellos fariseos de la época de Jesús que alargaban sus vestidos, para pasar
por encima del pueblo, ¡cómo nos hace falta volver a las fuentes! Volver al
origen de nuestra fundación, volver a ser como los primeros cristianos que no
cuidaban más patrimonio que los pobres, son ellos la herencia de la Iglesia,
decía San Vicente de Paúl.
Hasta ahora
hemos hecho un recorrido por las diversas circunstancias que aquejan la vida
pastoral de hoy, son muchas más, son incalculables, pero lo que más atormenta a
la Iglesia es la vida profética y mártir a la que estamos llamados, le estamos
haciendo a un lado, nos estamos nuevamente aburguesando, como sucedió en
Francia antes de la Revolución francesa, mientras el rey, la nobleza y el clero
se ostentaban con los lujos de este mundo, los pobres morían de hambre, hasta
que la prole arremetió contra la Fe y la Ley porque estaban contaminadas de
Fantasía e injusticia. “Allí donde está tu corazón allí está tu tesoro” (Mt. 6,
21) ¿está en el mundo, o está en Dios?
El justo medio,
nos lleva a no ser ni tan miserables que no merezcamos ser escuchados, ni tan
poderosos, que no seamos creíbles cuando hablemos de los valores de reino; con
el papa Francisco hemos empezado un camino lento, es verdaderamente lento, es
desintoxicación, de desacomodación, de replanteamientos, de volver a ser pobres
“quiero una Iglesia pobre y para los pobres”, no sabemos si lo logrará, si lo
dejaran, o sí sus sucesores continuaran este legado que él ha comenzado, pero
convirtamos nuestro propio vaticano en una parroquia de puertas abiertas,
vayamos al encuentro con el pobre, aquel que pide frente a nuestras Iglesias,
que está herido y al que el Estado debe atender por derecho, vamos a defender a
aquellos que están siendo desalojados injustamente, a los presos que necesitan
ser escuchados, las viudas que necesitan ser consolados, vamos a hablar por los
que no tienen voz, por los desplazados, los inmigrantes, vamos a “dejar a Dios
por Dios”, vamos, convirtámonos en mártires y profetas para nuestros tiempos.
Fin.
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