SAN VICENTE DE PAÚL Y SANTA LUISA DE MARILLAC,
TESTIMONIOS DE UN ESTILO DE EDUCACIÓN INTEGRAL CON
IDENTIDAD
P. José Alexander Correa V., c.m.
“Solo formando
al hombre desde adentro se libera”
Hace casi cuatro años el mundo entero
recibió la buena noticia de Malala Yousafzai, la niña pakistaní que fue galardonada con el Premio
Nobel de la Paz 2014, que comparte con el activista indio Kailash Satyarthi. Malala, a pesar de su temprana edad, ha
venido liderando una lucha decidida por la educación infantil. El atentado que
sufrió en 2012 por parte de los talibanes se originó sólo por querer asistir a
la escuela y por su posición en pro derecho a estudiar de las mujeres. Según
la publicación digital norteamericana The Daily Beast, en la provincia
de Malala en Pakistán, de los 700 mil niños que no reciben educación, 600 mil
son niñas, a quienes se les seguirá negando el derecho a la educación mientras
no se les proporcionen los recursos y la seguridad
para asistir a clase. Kailash Satyarthi, de 60 años, por su parte, ha liderado
manifestaciones pacíficas que se han centrado en la explotación de niños con el
fin de obtener beneficios financieros.
Ambas causas son justas y tienen que ver directamente con la dignidad
del ser humano. Sírvanos este coyuntural
evento de la actualidad para abrir esta reflexión en torno a la educación
vicentina y su aporte a la Nueva Evangelización.
1.
Orígenes de la educación
vicentina
La
bibliografía existente que trata de la educación en el siglo XVII, apenas
refiere las escuelas de las Hijas de la Caridad y de los Sacerdotes de la
Misión, fundados por Vicente de Paúl. Claro está que la obra de Vicente de Paúl
en favor de la educación es una obra muy modesta con relación a la de los
jesuitas, ursulinas, o de Juan Bautista de la Salle. Hay que afirmar otras dos
cosas: en primer lugar, esta obra educativa de instrucción a la niñez y a la
juventud se inscribe dentro del marco de servicio a los pobres que los
Fundadores (Vicente de Paúl y Luisa Marillac) desplegaron en su tiempo de manera
decidida. En segundo lugar, si
consideramos que el analfabetismo reinante en el Reino de Francia en el siglo
XVII era una forma real de pobreza, no hay duda de que las escuelas vicentinas
fueron una manera muy concreta de responder a esta pobreza.
Ciertamente, ni Vicente de Paúl ni
Luisa de Marillac fueron especialistas en pedagogía. No fueron teóricos de la
educación. (…) Sin embargo, no es ninguna osadía hablar de San Vicente de Paúl
o de Santa Luisa de Marillac y su relación estrecha con la educación y la
pedagogía. Pero con una condición: hay que salir de los límites de lo meramente
académico o técnico, y abordar la educación en su sentido más amplio,
universal, formativo y modelador de la persona y de la sociedad. Entonces,
podremos apreciar a San Vicente de Paúl y a Santa Luisa de Marillac como
grandes educadores de todos los tiempos[1].
Vicente
de Paúl vivió y actuó en una época en la que apenas comenzaban a aceptarse
oficialmente las enseñanzas del Concilio de Trento (1545-1463) que, entre otras
preocupaciones, dedicó a la instrucción de los niños y del pueblo cristiano
buena parte de su reflexión. Todo este
entramado histórico hay que entenderlo para poder aproximarse a lo que ya hemos
comenzado a llamar “la escuela vicentina”.
Veamos
ahora ¿Cuál era la situación del ‘pobre pueblo’ en relación con la
educación? Los historiadores del siglo
XVII francés coinciden en sintetizar en tres palabras la situación que golpeaba
la vida del pueblo galo: guerra, peste y
hambre[2]. Esta
trilogía, sin embargo, puede romperse como tal para completar un cuarteto con
el azote de la ignorancia-analfabetismo, cuyas cifras no dejan de ser
escandalosas.
El
Estado, atento a las guerras, no se interesaba por la instrucción del pueblo.
Además por aquella época la mayor parte de las aldeas no tenían pastores
instruidos y vigilantes que pudieran ocuparse de la formación religiosa de los
niños. La Iglesia tomó conciencia de esta necesidad y surgen varias
congregaciones destinadas a la instrucción de la infancia y juventud inmersas
en la ignorancia…
La mirada aguda de Vicente de Paúl irá
escrutando toda la terrible marginación y de ignorancia. Pero a esta mirada se
suma la de Luisa de Marillac, quizás mucho más aguda en el campo de la
educación.
Luisa
de Marillac, sensible ante este abandono educativo de los campos, se siente
llamada a remediarlo. Ella es la creadora de las Escuelas de la Familia
Vicenciana. Se organizan antes de que fuese erigida la Compañía como sociedad
de vida apostólica al servicio de los necesitados. La fundadora, Santa Luisa de
Marillac, en sus visitas a las Cofradías de la Caridad fundadas por San Vicente
de Paúl, percibe entre 1629 y 1633 el abandono de los niños en los pueblos
campesinos de Francia. Para su educación e instrucción organiza las escuelas
parroquiales de la Caridad con jóvenes seglares de buena conducta que ella
prepara debidamente como pedagoga y formadora.
«Las señoras de la Caridad tendrán
una gran preocupación y deseo de la salvación de las almas de los pobres,
ayudándoles tanto con sus oraciones como con sus pequeñas instrucciones; harán
todo lo que puedan para que de este modo Dios sea honrado también en las otras
familias de la parroquia y que, a ser posible, haya también una maestra de
escuela encargada de enseñar convenientemente a los pobres»
(Obras completas de SVP: X, 670).
En
1633, al fundarse la Compañía de las Hijas de la Caridad, San Vicente y Santa
Luisa establecen como fin de la misma el servicio a los pobres y necesitados, y
dejan claro que uno de los servicios urgentes y preferentes que deben ser
atendidos es la educación:
«Las ursulinas atienden al prójimo
instruyendo y recibiendo alumnas; pero lo hacen para los casos ordinarios,
mientras que vosotras tenéis que instruir a los pobres en todas partes y siempre
que tengáis ocasión, no sólo a los niños que van a la escuela, sino en general
a todos los pobres a quienes asistís» (Obras completas de SVP: IX/2, 765).
En
1641 Santa Luisa de Marillac organiza la primera escuela vicenciana de París en
el arrabal de San Dionisio y, anexa, la primera Escuela para la formación de
maestras como servicio popular. Por orden de la autoridad competente tuvo que
poner en la puerta la siguiente inscripción: «Aquí tenemos pequeñas escuelas. LUISA DE MARILLAC, maestra de escuela que
enseña el servicio, a leer, escribir, y hacer letras, la gramática»
(Margaret Flinton: Luisa de Marillac y el aspecto social de su obra, Salamanca
1974, p. 149).
Para
entonces ya eran 13 las escuelas parroquiales dirigidas por las Hijas de la Caridad
fuera de París, más la recientemente creada en el arrabal de San Dionisio.
Urgía crear una escuela para la formación de las maestras. Y así se hizo. Hasta
ese momento las Hermanas acudían a Las Ursulinas para formarse. En adelante
podían ya formarse en su propia escuela dirigida por Luisa de Marillac, su
fundadora y excelente pedagoga.
Pocos
años después, en 1646, Luisa piensa en un reglamento común para todas las
escuelas, con un método propio: el vicenciano, porque fue supervisado y
aprobado por San Vicente de Paúl.
A
Santa Luisa la preocupaba mucho la formación de las maestras y maestros de sus
escuelas. Por eso escribió un Catecismo y el primer Manual o Reglas
para las maestras de Escuela. Hay que tener en cuenta que en 1660, año de
la muerte de los fundadores de la Compañía, San Vicente de Paúl y Santa Luisa
de Marillac, ya había en Francia 35 escuelas vicencianas, 12 en París y 23
fuera de la capital, más dos en Polonia, una en Cracovia y otra en Varsovia.
Primeras escuelas vicentinas de París
Las
Reglas para la Maestra de Escuela eran un conjunto de
directivas y normas escritas por Santa Luisa de Marillac. Su aplicación y
puesta en práctica dio a las escuelas vicencianas un perfil de calidad muy
definido. Este perfil de sencillez y acogida, orden, respeto y disciplina
llevaba consigo una metodología activa muy cuidada. Este es el secreto que ha
mantenido el crecimiento y la expansión de nuestras escuelas desde los orígenes
hasta hoy.
2.
Carisma vicentino y
educación
Desde
la época de San Vicente y Santa Luisa hasta los días de hoy, muchas cosas en la
educación han cambiado y siguen cambiando. Necesitamos reinterpretar el
testimonio educativo de San Vicente y Santa Luisa, a la luz de las necesidades
de la realidad actual y de la evolución de la pedagogía. En esta relectura,
podemos ver algunos retos para la educación vicentina de hoy:
Ø
De una
educación entendida como obra de caridad, es necesario pasar a una educación
entendida como derecho de la persona.
Ø
El
derecho de todos a la educación puede y debe ser impregnado por el espíritu de
caridad cristiana, con actitudes de amor, compasión y gratuidad.
Ø
La
destinación de la educación vicentina a los pobres, exige una educación en la
opción por los pobres. Acogida solidaria, cultivo de relaciones fraternales,
tener al pobre como sujeto y no como objeto, práctica pedagógica liberadora,
compromiso afectivo y efectivo con los pobres, etc., constituyen
características fundamentales del modo de ser de la educación vicentina.
Ø
San
Vicente y Santa Luisa partieron de la realidad concreta de la vida de los
pobres, y nos animan hoy a buscar una educación encarnada en la vida y en la
cultura de los pobres.
Ø
Siendo
los pobres nuestros maestros, la educación vicentina debe desarrollarse en
colaboración con ellos, a través de un movimiento recíproco de dar y recibir,
de intercambio de conocimientos, de reciprocidad y solidaridad.
Ø
San
Vicente y Santa Luisa desarrollaron un trabajo colectivo, creativo y
participativo, y de esta manera debe ser la educación vicentina.
Ø
San
Vicente y Santa Luisa, con conceptos y recursos de su tiempo, dieron lo mejor
de sí mismos en la educación de los pobres, y hoy eso significa buscar una
educación de calidad humana y pedagógica.
Ø
En
continuidad con los objetivos de las Pequeñas Escuelas, la educación vicentina
debe ser integral, sin olvidar la dimensión religiosa y el cultivo de la fe.
AMBIGUEDADES
QUE HAY QUE SUPERAR
Básicamente
son dos ambigüedades:
a)
Las familias, los padres en general, desean más una educación liberal que
una educación liberadora.
b)
Los alumnos, frecuentemente, reducen la educación liberadora a la supresión de
las normas disciplinarias (y se llega rápidamente a la anarquía ... ).
Para
quitar la ambigüedad que algunos ven en la educación liberadora, es necesario
saber que, este concepto implica también la formación de la conciencia crítica,
la capacidad de solidaridad y de compromiso social, educación para vivir los
valores, educación para la comunión y la participación, teniendo en cuenta que
estas formulaciones no son solamente modismos, sino consecuencias de una gran
intuición y propuesta inicial. ¿Cómo realizar la educación liberadora y
evangelizadora? He ahí el gran desafío. Pero no es imposible. Sobre todo, es
necesario concretizar estos propósitos en la definición y ejecución de los
objetivos de la escuela y de las disciplinas y de las actividades; en la
definición de los contenidos, de los métodos didácticos y de los procesos de
evaluación, siempre que sea posible, dándole participación a los alumnos y
también a los padres y a todos los educadores de la escuela. Pero sobre todo,
la educación liberadora solamente será posible con la creación de nuevas
relaciones educativas en los colegios haciendo pasar por las estructuras
educacionales y por los procesos escolares el soplo del Espíritu Santo, el gran
Pedagogo, que nos conducirá a Cristo en plenitud.
CONCRETIZANDO EN UN COLEGIO (Un
ejemplo de pedagogía vicentina)
La
provincia brasileña de la Congregación de la Misión (Río de Janeiro), tiene en
la ciudad de Río de Janeiro el colegio de San Vicente de Paúl, donde estudian
1.600 alumnos de clase media, durante el día, en los grados 10. y 11. (Hasta la
antesala de la Universidad) y más de 300 pobres, en el curso supletorio de
primer grado, en la noche.
En
este colegio, a lo largo de los años, ya desde antes de Medellín (1968), se
explicitaron los objetivos, el método, el fundamento y las orientaciones
cristianas y vicentinas de la educación liberadora, que vamos a resumir en
cuatro aspectos:
1.
Nuestro objetivo es formar
agentes de transformación social, esto es, un ciudadano de conciencia crítica,
consciente por el conocimiento de la realidad, de los mecanismos estructurales
generadores de la pobreza, capacitado para un compromiso solidario en favor de
los pobres, a la luz de la opción por ellos, que ilumina hoy la práctica social
de los cristianos de América latina. Miembros de la clase social detentora del
poder, nuestros alumnos serán pronto llamados a ocupar puestos de decisión,
importantes en la organización social, economía y política del país. Si son
conscientes de su responsabilidad social, ocuparán esos cargos con el sentido
del otro, del pobre, de la justicia.
2.
El método que usamos es la educación de la conciencia crítica, del sentido
social, de la responsabilidad, de la libertad que se compromete en la lucha por
la causa del hombre. Es una educación hecha en el diálogo, en la participación,
en la comunión de ideas y de esfuerzos. Llamamos a ese método, educación
liberadora y queremos con ese nombre expresar una educación concientizadora,
personalizante y transformadora. Tenemos clara conciencia de que el proceso de
liberación personal y comunitaria (fraternal) del hombre, va mucho más allá de
las propuestas del simple liberalismo. El sentido y el contenido de la
liberación emergen del fundamento en que nosotros nos basamos.
3.
El fundamento de nuestro
trabajo, aquello de lo que partimos para educar, son los valores más
auténticos, que Jesucristo vivió y enseñó y que la Iglesia propone como
fermento de transformación social. Esos valores son, por ejemplo, la dignidad de la
persona, la fraternidad, la libertad, la fidelidad a la palabra y a los ideales
de la vida, la dedicación a los necesitados, la lucha por la justicia, el
acoger los dones de Dios y su uso responsable en favor de fidelidad y
sacrificio, la ayuda fraterna, y tantos otros, que tenemos la gran alegría de
ver realizados en la figura de nuestro patrono e inspirador, San Vicente de
Paúl, y de nuestros educadores que fundaron y formaron este colegio.
4. La orientación del colegio es cristiana, es católica, en lo que esto
tiene de más universal, acogedor y pluralista. El colegio es una obra
destinada a concretizar, en Río de Janeiro, la inspiración de San Vicente;
formando a nuestros alumnos en el espíritu que animó a nuestro patrono de
dedicarse a los necesitados, será como hoy procuraremos luchar con los
marginados y oprimidos, para crear en ellos, las condiciones de superación de
las situaciones inhumanas en que viven y para que realicen el mundo justo y
fraterno que Dios soñó para nosotros, y que también nosotros tenemos el derecho
de soñar y la misión de lograrlo.
3.
Aporte de los documentos
eclesiales latinoamericanos y lectura vicentina
Sensibles al magisterio eclesial, los
miembros de la Familia Vicentina[3]
dedicados al trabajo pedagógico (educación formal) no hemos sido ajenos a la
reflexión teológico pastoral que ha ofrecido de manera copiosa la Iglesia del
continente, particularmente en el periodo post-conciliar.
Medellín
(1968): una educación liberadora. En
primer lugar, las propuestas de Segunda Conferencia General del Episcopado
dinamizaron mucho la reflexión y la acción pedagógica vicentina. Los obispos latinoamericanos como punto de
partida expresaron la urgencia de una educación liberadora que ayude al vasto
sector de hombres marginados de la cultura, que necesitan libertarse “de sus prejuicios y supersticiones, de sus
complejos e inhibiciones, de sus fanatismos, de su sentido fatalista, de su
incomprensión temerosa del mundo en que viven, de su desconfianza y de su
pasividad”[4]. La
educación latinoamericana es, en general, de contenido programático abstracto y
formalista, más transmisora de conocimientos que creadora del espíritu crítico,
sostenedora de estructuras sociales y económicas reinantes.
Si
la educación es, en general, abstracta e inmediatista, pone al hombre al
servicio de la economía; si la educación padece de estos males y de muchos
otros, los obispos propusieron que nos empeñemos en hacer una educación
liberadora, esto es, que transforme al educando en sujeto de su propio
desarrollo; una educación creadora, que anticipe el nuevo tipo de
sociedad que buscamos; una educación personalizante, que profundice en cada uno la conciencia
de su dignidad humana, favorezca su autodeterminación y promueva el sentido
comunitario. Una educación abierta al diálogo, atenta a las necesidades locales
y nacionales, integrada a la unidad pluralista del continente y del mundo. Una
educación con la que las nuevas generaciones se capaciten para la
transformación permanente y orgánica que el desarrollo supone.
Este
tipo de educación supone, respeto a las personas, estímulo y atención a la
creatividad, formación del espíritu crítico, esfuerzo para establecer un nuevo
tipo de relaciones entre educador y educando, para crear un clima de libertad
unida a la responsabilidad, de espontaneidad y participación. Todo esto, vivido
como un proceso personal y colectivo.
Puebla
(1979): una educación evangelizadora. El aporte de la Tercera Conferencia General del
episcopado latinoamericano también fue asumido en clave vicentina. Los obispos volvieron a hablar
de la educación. Y ampliaron el enfoque de la educación liberadora, al hablar
de educación evangelizadora, que contribuye para la conversión del
hombre total, en su yo profundo e individual y también en su yo
social, orientando al hombre hacia la verdadera liberación cristiana,
participación del Misterio de Cristo resucitado, comunión filial con Dios y
comunión fraternal con los hombres sus hermanos. Será una educación
humanizadora, integrada al proceso social latinoamericano; una educación que
ejerza una función crítica, una educación para la justicia. Y sobre
todo: una educación en la que el educando se convierta en sujeto no sólo de
su propio desarrollo, sino también del desarrollo social. Y toda la
educación vista como medicación para lograr el gran objetivo de liberar para
la comunión y la participación. En Puebla los obispos retomaron una de las
propuestas hechas en Medellín y que parece ser central, como definición de los
objetivos educacionales que debemos proponernos: "La educación católica
debe producir los agentes de transformación permanente y orgánica, que la
sociedad de América latina necesita".
Santo
Domingo (1992): una educación inserta en el mundo de la cultura. Santo
Domingo coloca su acento en la promoción integral del hombre a través de una
evangelización inculturada. El tema de
la Promoción humana atraviesa el documento.
Aparecida
(2007): una educación para el discipulado misionero (Cf.
Artículo anexo).
Ø Educación propiamente cristiana implica educar “hacia
un proyecto de ser humano en el que habite Jesucristo con el poder
transformador de su vida nueva”. El proyecto educativo debe
encontrar en Jesucristo el principio ordenador.
Ø La
Iglesia promueve una educación centrada en la persona humana que es capaz de
vivir en comunidad.
Ø Asimismo,
impulsa una educación de calidad para todos, especialmente los más pobres, que
integre la cultura y las dimensiones religiosa y trascendente de la vida.
Ø En
el Proyecto Educativo de la Escuela Católica, Cristo ofrece la unidad y
realización de todos los valores humanos. Los valores y principios del
Evangelio han de animar las normas educativas, las motivaciones interiores y
las metas finales.
Ø Por consiguiente, la meta de la escuela católica es
conducir a los niños y jóvenes a un encuentro con Jesucristo vivo, para vivir
la alianza con Dios y los hombres. La construcción de la personalidad de los
alumnos se hace en esta vinculación estrecha con Jesucristo.
Ø La Escuela católica está llamada a una profunda
renovación, rescatando su identidad católica, para tener una pastoral educativa
audaz:
- formación integral de la persona con
fundamento en Cristo,
- identidad eclesial y cultural,
- excelencia académica,
- acompañamiento en los
procesos educativos,
- participación de los
padres de familia,
- formación de los
docentes.
Ø La educación de la fe ha de ser integral y
transversal en todo el currículo, de manera que el alumno se transforme en un
discípulo misionero.
Ø Todos los estamentos de la escuela, como comunidad
eclesial, debe asumir su papel de formador de discípulos misioneros.
Ø Principio irrenunciable de la Iglesia es la libertad
de enseñanza que va unido, y no en competencia, con el derecho a la educación.
Toda persona debe tener la plena libertad para elegir la educación de sus
hijos. Los padres son los primeros y principales educadores.
Ø Este principio ha de ser garantizado por el Estado,
de manera que los subsidios ayuden a los padres a escoger, en medio de una
pluralidad de proyectos educativos, la escuela adecuada para sus hijos.
4.
La educación vicentina en cambio de época:
desafíos y oportunidades
Ø
Personas
que no saben leer y escribir y que ya superaron la edad escolar; los niños y
adolescentes, en edad escolar y que viven fuera de la escuela;
Ø
Las
personas pobres que no pudieron completar la educación básica; la mayoría de
los jóvenes, especialmente los pobres, sin acceso a la educación superior; los
emigrantes y los trabajadores que no pueden ser integrados en las estructuras
educativas; las mujeres discriminadas y oprimidas, que no tienen condiciones
favorables para su educación;
Ø
«Los
nuevos analfabetos modernos» que no pueden utilizar los recursos tecnológicos
actuales;
Ø
Personas,
especialmente jóvenes, que incluso son escolarizados, pero tienen carencia de
sentidos y de condiciones saludables de vida, y por ello consumen sus vidas en
las drogas, violencia y criminalidad;
Ø
Personas
que, sin una conciencia bien formada, son manipuladas por la moda, por los
medios de comunicación, por la ideología dominante; la gran masa de gente
anónima, pobres, explotados y manipulados, sin saber sus derechos como
ciudadanos...
Y
la relación de personas excluidas en la educación puede ampliarse mucho, especialmente
teniendo en cuenta las distintas realidades humanas, sociales, geográficas y
culturales...
Preguntas
para la reflexión y el dialogo:
1. ¿Desde el testimonio de San Vicente y
Santa Luisa qué actitudes y compromisos precisamos asumir en nuestro trabajo
educativo?
2. ¿Cómo podemos co-educarnos con nuestros
hermanos a quienes servimos?
3. ¿Cuáles son los principales rostros de
excluidos de la educación en su realidad local, regional y nacional?
4. ¿Cuáles son las principales causas y
consecuencias de la exclusión educativa?
5. ¿Qué es lo que más ansían nuestros
jóvenes?, ¿Tras de qué andan?, ¿En qué consisten sus grandes necesidades,
heridas y carencias?, ¿Qué es lo que esperan de la sociedad en que viven y de
la educación que ésta les ofrece? ¿Los conocemos después de todo?
Primacía de Dios
Centralidad en Jesucristo
Mística por los pobres
[1] 1Conferencia del P. Celestino Fernández, «San Vicente y la Educación», presentada durante la Asamblea Internacional de la AIC, en
El Escorial, el 30 de marzo del 2011.
[2]
Cf. BRAUDEL Fernand. El Mediterráneo y el
mundo mediterráneo en la época de Felipe II. Fondo de Cultura Económica.
.México, 1976.
[4]
Medellín, Educación, 3.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario