Carta del Superior General, G. Gregory Gay, con motivo de la fiesta de la Virgen Milagrosa
A los miembros de la Familia Vicenciana
¡La gracia y la paz de nuestro Señor Jesucristo habiten en tu corazón ahora y siempre!
Queridos miembros de la Familia Vicenciana,
Hace poco tiempo he recibido una carta de una Hija de la Caridad que quería compartir conmigo su pensamiento sobre cómo podemos nosotros, como Familia Vicenciana, responder a la llamada del Papa Francisco con la oración por la paz en Siria y en todo el mundo a través de nuestra herencia histórica: la Medalla Milagrosa. Leyendo su carta, he sentido que el Espíritu Santo ha hablado por medio de ella a mi corazón. He pedido a la Hermana profundizar su pensamiento, desarrollarlo y mandármelo para que yo pueda compartirlo con otros miembros de la Familia Vicenciana, con ocasión de la fiesta de la Virgen de la Medalla Milagrosa. En esta carta encontrarán sus ideas que yo apoyo con todo mi corazón y quiero recomendar a su meditación y práctica.
Ante la estatua de Nuestra Señora de la Medalla Milagrosa, que juntamente con la del Crucifijo se encuentra sin duda en toda capilla o iglesia vicenciana, veo a menudo un reflejo de lo que está sucediendo en nuestro mundo. A través de toda la tierra se siente el olor del mal: dictadura del dinero, xenofobias, tráfico humano, abusos sexuales, extorsiones, esclavitud moderna, violencia de todo tipo hasta los conflictos de guerra. El Mal produce mucho ruido para provocar en el ser humano emociones de miedo. Se repite el escenario del comienzo de la humanidad, cuando Adán dijo a Dios: “He sentido tu voz en el jardín, y tuve miedo, porque estoy desnudo; por eso me escondí”. (Gen 3, 10) También hoy los hombres y las mujeres tienen miedo de Dios. Temen sus claras exigencias. Aceptan de buena gana propuestas seductoras y brumosas del Maligno, a pesar de que sienten que son engañosas y llevan a la esclavitud. La narración del comienzo de la creación, referida en el libro del Génesis, sin embargo, no consiste sólo en la descripción del pecado. ¡Encontramos también la promesa de la esperanza para la humanidad! Nuestra Señora de la Medalla Milagrosa es la expresión concreta de esta esperanza, porque presenta una Mujer vestida de sol que pisa la cabeza de la serpiente. Esta imagen nos asegura que Dios tiene siempre la solución preparada para nuestra situación, que puede ser incluso peor.
A menudo me sorprende una realidad: por todas partes, en el mundo, encontramos distintas y bellísimas imágenes de la Virgen en diversas formas de reproducción, pero imagen de la Virgo Potens con el globo – es algo como la herencia familiar de nuestra Familia Vicenciana. Imagen de la Virgo Potens, que pisa la cabeza de la serpiente arrastrándose sobre la tierra – es un gran simbolismo. Contra el ruidoso y astuto mal no se combate sólo con los medios humanos sino, en silencio, con los “modestos” medios de Dios y con una gran confianza en su ayuda. Lo siento como una exigencia urgente, que todos nosotros nos abramos a esta oferta de Dios que poseemos.
En París, en rue du Bac, el 27 de noviembre de 1830, durante las apariciones a Santa Catalina, la Señora ha presentado su papel en el proyecto de la salvación. En la primera imagen, la misma Señora sobre el globo. Bajo los pies, tiene la serpiente de color verdoso con las manchas amarillas. En las manos, mantiene el globo de oro con una pequeña cruz. Santa Catalina ha anotado el color verde de la serpiente con las manchas amarillas: ha serpenteado sobre la tierra. En estos colores está bien disfrazado: es difícil reconocerlo en el terreno de nuestra vida.
El Padre J. Eyler, CM, en el libro Inmaculada y su Medalla, dice que cuando analizamos el contenido de las apariciones de la Virgen, reconocida por la Iglesia, no debemos buscarlo sólo en sus palabras. Las palabras están acompañadas por el comportamiento y los gestos simbólicos en los que está escondida la enseñanza a la que debemos dirigir la atención.
En el diálogo con Sor Dufés describe Catalina la primera visión: “La Virgen tenía en sus manos el globo. Jamás he visto esta imagen.” Sor Dufés ha entendido el sentido: “Se trata del misterio de la Madre, Reina del Universo. La Virgen guarda y lleva la tierra a Dios en ofrenda”.
La segunda imagen de la visión hace ver: sobre las manos de la Virgen aparecen los anillos con las piedras preciosas, las manos están extendidas sobre la tierra, las gemas emiten bellísimos rayos luminosos que tocan la tierra. “Belleza y luminosidad de los rayos, son el símbolo de las gracias que difundo sobre aquellos que las piden… Piedras, que no irradian la luz, representan las gracias que las personas olvidan pedir”. Catalina añade: “Ella me ha hecho comprender que siente gozo cuando la suplicamos. Como es magnánima con todos los que piden las gracias, encuentra gran alegría cuando las distribuye.”
Alrededor de la Virgen aparece el marco con la inscripción: “Oh María, sin pecado concebida, rogad por nosotros que recurrimos a vos”, evidenciada con las letras en oro. He sentido la voz interior “Haz acuñar una medalla. Los que la lleven con confianza recibirán muchas gracias.”
El obsequio de la Medalla es un magnífico gesto de confianza. Es una prueba grande de la bondad de Dios. Es una llamada a la colaboración que respeta plenamente la dignidad y la libertad del ser humano. Dios envía la Inmaculada con los brazos llenos de gracias, para que a nosotros, engañados por el maligno, nos ilumine la senda de la salvación. Ella nos ayuda a descubrir la astucia del mal. Ella ha recibido la misión de pisar la cabeza de la serpiente. Los hombres y las mujeres solos no logran liberarse. A pesar de todo, Dios respeta nuestra libertad y pide nuestra colaboración. Las palabras escritas sobre la Medalla nos llaman a la plegaria. Esta es nuestra aportación a la colaboración. Los que aceptan la Medalla y con confianza dicen la súplica escrita – con letras de oro- recibirán muchas gracias por mediación de la Virgen. Ella no nos impone las gracias que no pedimos. En la libertad tenemos lo que queremos, lo que pedimos.
Durante el diálogo de la noche del 18 al 19 de julio de 1830 la Virgen había predicho muchas cosas que se cumplirían a su debido tiempo. Es importante volver a él en nuestras meditaciones para obtener aliento y luz para la situación actual. Las palabras de la Virgen están llenas de ternura y estímulo “Siempre he velado sobre vosotros. Suplicaré para vosotros muchas gracias. Llegarán tiempos, cuando el peligro será grande. Algunos pensarán que todo se ha perdido, pero yo estaré con vosotros. ¡Tened confianza! Yo estaré con vosotros; El Buen Dios y San Vicente protegerán ambas Compañías. No perdáis el ánimo…” ¡Qué bien se escuchan estas palabras! La Virgen pone, sin embargo, una condición: nuestra fidelidad. Podemos pensar que esas promesas han sido dadas sólo para los tiempos difíciles de la Revolución en Francia pero, de hecho, han sido dadas para ambas Compañías enteras; por tanto, en todas partes, donde ya se habían difundido.
En su carta circular del 8 de septiembre de 1843 escribe el P. Etienne: “Debemosreconocer la clara intervención de la Inmaculada, que nos ha dado tales signos extraordinarios de su amor. A través de su poderosa intercesión ante Dios, ha conseguido que nuestras dos familias espirituales no mueran en las calamidades y desgracias que él utilizará para la renovación de la fe…”
En la historia, nuestra Familia Vicenciana ha experimentado muchas veces la ayuda de la Inmaculada. Ella también nos ayudará ahora, si se lo pedimos. La Medalla Milagrosa es un don grande y un tesoro que se nos ha confiado para todos; por eso ha sido difundida fácilmente en todo el mundo, pero en nuestra Familia goza de una devoción particular y estima.
En este momento estamos preocupados por el futuro de la humanidad, y sentimos la necesidad de responder a la llamada del Papa Francisco para orar por la paz en Siria y en todo el mundo, y para que los conflictos se resuelvan en el diálogo sobre la mesa y no en el campo de batalla. Podemos hacerlo en el espíritu del gran misterio que se nos ha regalado, y por eso pido a toda nuestra Familia Vicenciana: unámonos en la oración que de modo particular nos ha preparado Nuestra Señora, Madre de Dios y Madre nuestra, y cada uno de nosotros diga con frecuencia cada día la oración relámpago: “Oh María sin pecado concebida, rogad por nosotros que recurrimos a vos”.
Oremos a la Virgo Potens por nuestros hermanos y hermanas que sufren. Ella entiende bien qué significa el sufrimiento: la cruz, la letra M y los signos de sufrimiento sobre el corazón de Jesús y María, en la Medalla, son muy elocuentes.
La Familia Vicenciana es grande, difundida en todo el mundo. Si de todas las partes del mundo sube esta plegaria, la Virgen guiará nuestro mundo turbado hacia Dios. Esta súplica sencilla puede decirla cada uno en todas partes: trabajando, conduciendo el coche, en el campo, en el hospital, sirviendo a un pobre – es más, puede decirla juntamente con él.
Lleguemos a ser magnánimos, diligentes y creativos como nuestros Santos Fundadores. Dejémonos implicar en esta lucha contra el mal, guiados por la Inmaculada. Difundamos la Medalla Milagrosa, enseñemos a la gente a decir esta breve súplica, como lo han hecho los misioneros y las Hermanas cuando apareció la Medalla. Meditemos sobre los misterios que Dios ha confiado a nuestras Compañías, y empeñémonos en la colaboración para la salvación del mundo.
Su hermano en san Vicente,
G. Gregory Gay,
CM. Superior General
CM. Superior General
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